Sinceramente nunca pensé que ser respetada fuese esto.
Sentada en el fuego, rodeada de críos, he estado recordando nuestros días de gloria en el Dédalus. Ni en mis más disparatadas fantasías imaginé que iba a echar de menos los primeros tiempos en este lugar. Mientras los vivía, sentía que eran, tal vez, una de las pruebas más duras de toda mi vida. Eso y, por supuesto, la muerte de mi madre.
Sin embargo, esta noche tras la cena, y mientras los adultos se dedicaban a sus tareas, los hijos de los piratas con gran reverencia me han pedido que les contase alguna historia de nuestros viajes y, de pronto, me he encontrado rememorando con nostalgia aquellos momentos en los que no sabíamos cuándo sería el próximo ataque, o si mañana sobreviviríamos. ¡Qué curiosa es la vida! Tanta destrucción y muerte. Tanta desesperación…. y al contarlo en la hoguera, me he sentido toda una protagonista de una novela de aventuras. El frío, el miedo y la devastación se han convertido en valentía, heroicidad y honor. Los ojos de los muchachos parecían luceros llenos de respeto y admiración.
Tal vez ése sea el honor del que tanto habla Silva. Ése que uno no ve, pero que los demás admiran.